Pequeñas dosis bien administradas de endorfinas transgénicas gotean en los parlantes del país Las esperanzas de la noche anterior se habían desvanecido en ahora una lagaña matinal
A las seis de la mañana, la burocracia de la vida espera sentada la muerte en alguna sucia oficina pública de las ciudades...
¡Las melodías de tu adolescencia nada saben de tiempos! El día es un niño prematuro pero trae las noticias del mundo debajo del brazo Tus auriculares son cómplices de tus "desubicadas" carcajadas Ahora tu alegría será indisimulable e inentendible para los demás...
Leí en una revista que se llama "Muy Interesante", un artículo científico que avala una opinión que construí mientras miraba television. El artículo afirma que "los medios de comunicación sobrestiman las diferencias entre los géneros...". Era de mañana y no lograba dejar mas de tres minutos algún canal, porque según observé en ése momento de ocio, los programas televisivos no hacían mas que establecer una rivalidad entre los géneros. Comparaban continuamente hábitos de uno y de otro, los hombres reían de las mujeres y visceversa. Inclusive observé que el fenómeno no se daba sólo en televisión, en el programa de Roberto Pettinato, "El Show de la noticia", él mismo invitó a sus oyentes a que, bajo la consigna: "Cosas que no entendemos del sexo opuesto", participen llamando por teléfono. Algo que de acuerdo con el artículo y con la "apreciación" que había hecho no me puso muy contento, ya que soy "fiel" seguidor del programa. Ahora surge dentro mio una pregunta que no puedo darme el lujo de no expresar: ¿Con qué fin los medios de comunicación persiguen ésta irrealidad?
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Eran las horas de la siesta, y me encontraba caminando por un acceso a la ciudad, de tierra. Disfrutaba el hecho de estar sólo, porque de ésta manera podía dedicar toda mi atención a mis pensamientos, a mis sensaciones, a mis proyectos. Pero cualquier cosa llamaba mi atención, inclusive, recuerdo que en un momento tropecé con una pequeña piedra incrustada en la tierra, por observar una nube extremadamente blanca, cuyas formas hacían poner en funcionamiento mi imaginación. Mientras caminaba por aquel camino de polvo anotaba en un precario papel las cosas que se me ocurrían, pero entre todas las cosas que llamaron mi atencion, encontré un pequeño pájaro. Al verlo, noté que no tenía mucho temor, por lo que me acerqué cada vez más, para observarlo con detenimiento. Probé de asustarlo para que huya, pero éste prefirió seguir en el mismo lugar. Así que pensé que tal vez esté defendiendo algun nido con sus crías. Al no tener nada que hacer, me senté a su lado y observándolo, me puse a escribir, y se me ocurrió una buena idea: alentarlo a volar. Fué entonces cuándo me puse de pié; lo tomé con ambas manos, y lo levanté en el aire, para que vuele, para que sea libre... Su cuerpo se levantó en direccion diagonal a mi cuerpo y llegó un momento en que no se levantó mas y empezó a caer, sin siquiera mover sus alas. El pájaro yacía inmóvil desde que yo había llegado al lugar, permanecía sin vida desde el comienzo.
Cuándo cumplí los nueve años, empecé a ir a una escuela católica. Tenía las materias que todos los chicos que van a la escuela tienen a ésa edad, pero tenía otra, que no todas las escuelas ofrecen: Catequesis. Recuerdo que la profesora de Catequesis, cómo todas las clases, nos dictó una historia real de algo que había sucedido. En un país que no recuerdo cuál era, había una guerra que no recuerdo qué nombre tenía, ni en qué año sucedió. La historia encerraba un milagro, y era ésa la razón de ser de la anécdota/hecho histórico, importante para la circunstancia. Una bomba había caído en la cúpula de una Iglesia, y ésta había rebotado, cayéndose y explotándo en un lugar dónde no había nada, ni nadie. Y era ésto lo sorpendente, lo milagroso, lo divino. Pero años mas tarde, ésta historia se proyectó fugazmente en mi mente y ésta vez no la dejé escapar, para analizarla un poco, sólo un poco, para ver desde qué punto de vista, podría yo verla ahora. Y me di cuenta, sí, me dí cuenta de que la historia podría tranquilamente ser real, pero que nada tenía de milagroso, sinó de circunstancial, (o casual) ya que el artefacto explosivo, cayó por segunda vez consecutiva (en la tierra) en un lugar que casualmente no había nada ni nadie, pero que ¿porqué no? éste podría haber explotado en un lugar que esté plagado de personas. O en un lugar dónde sólo halla una persona. Una vida, una muerte al fin, y la iglesia habría salido ilesa, pero ésta vez no tan bien parada.