sábado, junio 04, 2005

La copa

Viernes a la noche, un día de Junio, atípicamente húmedo y caluroso. Una muestra de pinturas de un reconocido artista de de la ciudad nos llevó a reunirnos en ésa fría galería.
No estaba pasando por un buen estado anímico. Pensaba cosas extrañas, mis pensamientos me alejaban de la realidad, no lograba mantener una conversación con nadie, sólo pequeñas oraciones que me servían de cable a tierra.
Desconfiaba de las paredes, ¿que había detrás de ellas?, ¿porque son tan blancas y porqué permanecen tan quietas? ¿esconden algo? ¿Sienten algo? ¿Me odian?...
Mis amigos no permitían que el silencio cobre protagonismo ni un solo segundo, sus bocas eran cataratas de palabras, y los envidiaba, yo no tenía tiempo para hablar, me preguntaba tantas cosas...
¿Porque no desearle la muerte a alguien? ¿Porqué no envidiar? ¿Porqué no decir "soy celoso"?
¿Porqué reprimir mis sentimientos?
Comunicar todo ésto a los demás provocaría algunas risas, e inclusive algunos comentarios irónicos que me harían sentir peor.
El vino ésta vez se había presentado en copas de vidrio que brillaban, y reían. Yo las miraba y las deseaba urgentemente. Solía preguntarle a la moza primero, si podía sacar una copa de la brillante bandeja. Pero me sentía demasiado concentrado en mis pensamientos, para gastar tiempo en amabilidades. Después de todo, era obvio que podía sacar una copa.
Me hallaba observando una de las pinturas, con una copa en la mano, y pensaba que tan expresionista era la obra. Miré la copa, me sentí superior, al verla desde arriba, quedaba poco vino. Le prometí que sería un sólo trago, y el último. Y riendo, lo extinguí.
Luego de celebrar mi último trago, miré el fondo de la copa, del mismo modo que el artista mira por última vez su obra terminada, y leo: "El vino con HIV tiene mejor sabor".

ZeVa

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